La Caida

Volabas bajo, las motas de luz que se colaban entre las hojas destellaban entre tus plumas tornasoladas violetas, azul y plateado, el viento golpeaba tu rostro cargado del aroma de las rosas silvestres y madreselva que crecían en el suelo mullido del bosque. No había un alma a mil kilómetros a la redonda, solo vos y el viento. Sonó el despertador.

A tientas con una presición automática buscaste el mugroso aparato que producía el sonido que más odiabas en el mundo entero, lo callaste de un golpe certero.  Te sentaste con los ojos cerrados, ya no miraste a tu lado para ver si por arte de magia había vuelto, y confiado apoyaste tus pies en el suelo, perdiste el equilibrio y caiste, el piso no estaba en su lugar. La caida te despertó de golpe, tus ojos incrédulos no daban crédito a lo que veían, miraste atras y viste tu cama al borde del abismo, por debajo las nubes, muy distantes y borrosas. Caiste y caiste, el sol se veía más grande que nunca, lamentaste no haber llevado tus gafas, como si tales aventuras inesperadas fueran de esperar. El asombro pasó y volvió el sueño, que más daba, no podías hacer otra cosa más que dormir y seguir cayendo.

Te despertó el agua que chorreaba de tu cabello, asombrado notaste que el paisaje había cambiado, no veías nada, debías estar adentro de una nube! Claro que si, siempre creiste que las nubes eran cosas mullidas, blandas, sobre las que uno podía tranquilamente hecharse a dormir por semanas, pero ahora notabas cuan equivocado estabas.

Pasaste las nubes y el viento te dió frío...