Dijiste:

- Vayamos más despacio - ; sin saber que contestarle te pensaste no querido. Trató de explicarlo pero sus palabras sonaron huecas y solo te generaron más confusión. Quisiste tomar los millones de sábanas frias que habitan las millones de camas de las millones de personas que no sienten amor y enroscarselos alrededor de la cabeza, solo para que dejara de hablar. Sus ojos dijeron si, sus labios mintieron no. Ofuscado rompiste su recuerdo en mil pedazos pero no fuiste lo suficientemente hombre como para prenderles fuego. Esperaste que todo fuera un mal entendido y pronto poder robar otro beso de sus labios y sentir su respiración en tu cuello húmedo. Nada de eso volvió a ocurrir. A tu lado no volvió a pesar del ruego de tus brazos que pedian por piedad volver a sentir su cuerpo. Juntaste los pedazos de su recuerdo rotos y los volviste a unir con cinta adhesiva. Su cabeza, sus manos, sus pies quedaron en angulos extraños. Su recuerdo no era lo que fué. Su mirada ya no te generó ese no se que en el estómago. Sus megillas ya no te daban ganas de agitarlas de un sopapo. Su cabello de undirle tus dedos por horas...

Llegó la mañana, despertaste, a tu lado seguía tal como la noche anterior había quedado. Hiciste más ruido que de costumbre, solo para que despertara. Ahí estaba, aún sentias ganas de pegarle un sopapo, undirle los dedos y abrazar su cuerpo... todo fué un mal sueño, un castigo, un recordatorio: Todo es tan fragil...